Muchos
jugones, especialmente los que se sienten atraídos por los coches,
los tiros, los coches y los tiros, pero logran asomar la cabeza más
allá del territorio Rockstar, conocerán True Crime. Se trata de un
juego de Activision, con una secuela más que olvidable, que trataba
de un policía duro, al más puro estilo Jet Li, en su enfrentamiento
con diversas organizaciones del crimen organizado, principalmente
ruso y chino. El juego destilaba originalidad por su planteamiento,
su jugabilidad, y su historia, que se veía bifurcada en dos
ocasiones y ofrecía distintos finales (algo poco habitual en un
sandbox). La franquicia tenía que derivar en True Crime: Hong Kong,
una tercera entrega en la que se rescataba el espíritu de la primera
parte (volvamos a olvidar la segunda), pero sufrió varios percances
hasta ser cancelado. El juego del que hablaremos hoy, Sleeping Dogs,
es nada más y nada menos que esa entrega perdida de True Crime, que
fue rescatada por Square Enix (y de qué manera).
Concepto principal
Wei
Shen es un policía (tranquilos, lo descubrimos nada más arrancar la
historia) que vuelve a su ciudad natal, Hong Kong, para infiltrarse
en la Triada a través de viejos contactos de su infancia. Esta idea
no sólo se presenta de forma claramente cinematográfica, tratando
de engañarnos al principio, sino que constituye el punto central del
argumento. En todo momento, Shen se verá a uno y otro lado de la
ley, llegando a situaciones en las que parece no tener quien le cubra
la espalda. Las misiones se inician al estilo tradicional del
sandbox, pidiéndonos que acudamos a un punto marcado en el mapa y
dándonos cierta libertad sobre qué linea queremos seguir en cada
momento.
Además
de nuestra propia experiencia, podremos estar conectados en todo
momento a una comunidad social en la que veremos comparadas nuestras
puntuaciones, a modo de competición pasiva, y algunos otros datos.
Estética
Sleeping
Dogs no pretende mostrar nada fuera de lo normal, en cuanto a su
ambientación realista, pero es precisamente por ello que muestra
unos escenarios y personajes que no desentonan en ningún momento.
Cabe destacar el diseño de la Hong Kong virtual, en la que
descubriremos escenarios que maravillarán nuestros ojos
occidentales, poco acostumbrados a esa clase de vistas. Los
personajes, las situaciones y los escenarios, se sincronizan a la
perfección, permitiendo así que la condición social de un
secundario se vea reflejada en su vestimenta, aunque trate de ponerse
elegante para una celebración.
Sobre
el otro gran apartado del género, los vehículos, no se puede decir
nada positivo ni negativo. Los modelos se inspiran en vehículos
reales, y son realizados correctamente, sin un sistema de daños
demasiado realista (cosa que llega a agradecerse, dada la cantidad de
colisiones que sufriremos).
Historia
Éste
es sin duda el punto fuerte del título. Aunque no posee la
característica de su predecesor, y el argumento no se bifurca, ni
varía debido a nuestras decisiones, la historia, la forma en que
está narrada, y sus personajes, logrados hasta el detalle, nos
captará desde el principio. Se trata de un verdadero homenaje al
cine negro, tanto chino como americano, con algunos guiños
fácilmente reconocibles, pero perfectamente incluidos en la
narración.
En
lo que respecta al protagonista, las relaciones con el resto de
personajes lo llevan a verse personalmente afectado por lo que les
sucede, y se encuentra siempre en un equilibrio precario entre el
deber ante la policía y el honor ante sus hermanos en la Tríada.
Mecánica
El
sistema de conducción, que es principal en la mayoría de sandbox,
es sencillo, de tipo arcade, e ideado para poco más que los
traslados de un lugar al otro, y algunas carreras. Lo mismo sucede
con los disparos desde vehículo, que pecan de fáciles, pero forman
parte inevitable de la narración.
Tratándose
de un sucesor de True Crime, los combates mano a mano eran
indispensables, y el sistema de pelea está muy bien integrado.
Ofrece una fluidez y variedad de movimientos que nos hace disfrutar
de las peleas, recompensándonos por nuestra originalidad, y la
espectacularidad con la que despachamos a nuestros rivales. Las
técnicas de combate más poderosas las aprenderemos encontrando unas
estatuas que debemos llevar a nuestro viejo dojo, labor que realmente
merece la pena.
El
movimiento a pie nos lleva en más de una ocasión a persecuciones a
la carrera, durante las cuales, con una buena sincronización,
podemos presionar el botón pertinente para sortear obstáculos, sin
perder tiempo, en carreras de estilo parkour.
Por
último, la mecánica de disparos, está construida sobre la idea de
movernos constantemente por el escenario, saltando sobre parapetos
para entrar en un slow-motion que nos permita acabar con el resto de
tiradores. Aunque el sistema de apuntado no es nada del otro mundo, y
no nos permite disparar a grandes distancias, la idea principal del
juego es alargar este modo ralentizado para coser a tiros,
literalmente, a cualquier amenaza.
Sensación final
La
historia no tiene bajones. El ritmo de desarrollo está bien
construido, y la acción no cesa ni un instante, ofreciendo escenas
trepidantes, pero también momentos emotivos, conversaciones
simpáticas y algunas risas. El punto fuerte del título está en sus
personajes, de los que nos encariñamos o a los que odiamos, y la
presionada psique de Shen, al que la crueldad del mundo del crimen le
afecta cada vez más, llevándolo al límite.
Terminar
la historia principal, los casos policiales, y el resto de misiones
secundarias, lleva el tiempo suficiente para quedar satisfecho,
pasando de las diez horas. Para los completistas, el mapa esconde
cientos de coleccionables, que llevarán unas cuantas sesiones más.